
Spinetta y su legado poético, a 10 años de su muerte
08/02/2022
A una década de la partida del “Flaco”, algunas razones que convirtieron al gran músico argentino en una figura que trascendió el rock
8 de febrero de 2022. 10 años de la muerte de Luis Alberto Spinetta. ¿Qué escribir sobre él que no se haya escrito? ¿Cómo atrapar en tinta y papel breve una vida inabarcable, inasible? Ahí están los libros, muchísimos, y se puede empezar por ellos. Un intento, al menos. Envalentonados ellos por necesidades espirituales y buscadores virtuales, pero no solo: el primero lo publicó el mismo Luis junto a sus compañeros de Almendra, y algunos amigos historiadores e ilustradores, en un año tan temprano y previrtual como 1971. Los libros y sus buenas memorias, entonces. Miles y diversos.
“Sólo lo difícil es estimulante.” La frase es un verso del poeta cubano José Lezama Lima. Y si hay un músico que en el mapa del rock argentino está cortado por esa vara es el siempre recordado –y muy difícil de imitar– Luis Alberto Spinetta. Diez años de ausencia implican una década donde nos perdimos la oportunidad de seguir sorprendiéndonos por esa facilidad y felicidad con que nos invitaba al descubrimiento de planetas, ese don de estirar las oportunidades que cobija la canción en formato rockero. Porque Spinetta se permitió correr los límites, procurando dar con nuevas formas y materiales si se trataba de complejizar como de tallar las posibilidades de componer rock en castellano.
Eco risueño. ¿Les sucede a ustedes que cuando escuchan una canción como “El libro de la buena memoria” de Invisible, resuena el eco risueño del Luis Almirante Brown de Peter Capusotto; y que todo ese estallido poético en “Pues, yo te escribiré/ Yo te haré llorar/ Mi boca besará/ Toda la ternura de tu acuario” se ve asediado por la cursilería con que empantanó a ese gesto de Spinetta nuestro último gran capocómico? Si algo distingue a Spinetta de todos sus émulos –es llamativo el grado de incidencia en la obra de muchos sub 30/40 entre el rock y el rap, desde Catriel, Luca Boccci y El Príncipe Idiota a Acru, Emanero y Mir Nicolás– es que hay algo en su puesta que se imbrica entre las posibilidades de la lengua y el lenguaje musical; un procedimiento que se cuaja en el otro, formándolo y deformándolo, dando pie a otra cosa, a otro horizonte. Algo inseparable, inaudito. “Yo uso las palabras como música”, le dijo a Eduardo Berti en Crónica e iluminaciones (Editora AC, 1988). La letra y la música en un todo imposible de escindir. Las palabras atadas a un hilo invisible. Como si fuese una piedra sin tiempo. Y la voz, los vericuetos, los parloteos, la templanza de esa voz. Porque Spinetta no sólo es un imaginario, una búsqueda y una estrategia, sino también la voz, el summum de una voz. Ese suspiro que se movía entre algodones y gliptodontes, esa estela de luz que se balanceaba sigilosamente.